01 Nov 2018
Las deudas que no parecen deudas
Muchas personas creen que para tener deudas hay que pedir un préstamo. Esto no es cierto: las deudas pueden adoptar formas muy diferentes.

Lo malo de no saber con exactitud cuánto dinero debés es que tal vez tenés un problema... y aún no sos consciente. Cuanto más tiempo demores en darte cuenta de que tus deudas superan tus ingresos esperados, más complicada será la solución.
En la sección Controlar las deudas vimos que uno de los primeros pasos es hacer una lista con todas tus obligaciones de pago. En esa lista tenés que incluir no sólo los préstamos, sino también esas deudas que no parecen deudas… ¡pero lo son!
1. Cuotas a devolver de los préstamos bancarios. Consultá los Tipos de préstamos.
2. Compras realizadas con la tarjeta de crédito. Para no pagar excesivos intereses por el uso de este cómodo medio de pago, te conviene cancelar la deuda cuanto antes. Si es posible, al mes siguiente de realizar las compras. Muchas personas utilizan la modalidad de pago mínimo mensual, sin saber que este sistema puede demorar bastante la cancelación total de la deuda. Consultá la sección sobre Las tarjetas de crédito.
3. Facturas impagas por servicios del hogar. Después de la fecha del segundo vencimiento, las facturas que no se pagaron se convierten en deudas. Si se acumulan varias, la empresa podría llegar a cortar el servicio. Mirá la sección Pagando las facturas.
4. Deudas fiscales. Son las cantidades que tenés que pagar a la AFIP y otros organismos de recaudación de impuestos, como resultado de tus actividades económicas y profesionales.
5. Sobregiro en cuenta corriente o giro al descubierto. Son “acuerdos en descubierto”, por los que el banco permite al cliente disponer de una cantidad superior al saldo que tiene en su cuenta corriente, por un corto periodo de tiempo (en general, no más de un mes) y cobrando un interés acordado.
6. Deudas sin intereses. Tus familiares o amigos, en general, sólo esperan recuperar lo que te prestaron. Aún así, se trata de deudas: tendrás que dedicar tus ingresos futuros a devolverlas. Te ahorrás los intereses, pero no evitás el riesgo de deber más de lo que ingresás cada mes.